Extraños
«El sexo sin amor es una experiencia vacía.
Pero como experiencia vacía es una de las mejores».
Woody Allen
Tenía 22, 23 años. Largo, flaco, narizón. Llegó en jeans al reventón que le ofrecieron sus amigos porque se iba a estudiar al extranjero. Aun antes de entrar, creía saber en qué se le irían sus últimas horas en México: música de gusto cuestionable, mezclas etílicas desafortunadas (¿whisky con Squirt?), botanas en el límite de lo rancio… Ya desde ese momento decidió que aquella reunión no sería su más preciado recuerdo cuando estuviera en la punta de la torre Eiffel, sumergido en la nostalgia de las tortillas y los chiles rellenos. Al menos estaban sus cuates. Y ella.