Hoy en día no me es difícil y pasear por horas por la ciudad sin temor a perderme, soy lo que se llamaría un patita de perro andando por todos lados y es que me agrada el salir y sin tener un plan en mente caminar y observar lo que pasa. Pero mi primer viaje solo por esta ciudad no fue por voluntad propia y fue mas una necesidad que un placer.
Tendría ocho años y acompañaba a mi hermana a la consulta que cada mes tenia en el hospital.
Después de esperar horas a que la atendieran, ya que siempre ha tenido su fama el servicio publicó, salio mi hermana para decirme que no podría regresar a casa ya que el doctor la había encontrado en un estado muy grave de salud y que le impedirían salir del hospital.
Así que me dio el poco dinero que tenia y me dijo que me fuera con cuidado y que le avisara a mi papá que estaba internada, salí del hospital Balbuena y camine unas 20 cuadras hasta llegar al metro después de media hora llegue a la terminal y tome el microbús que me dejaría en casa, el sentimiento era de soledad y compromiso de tener que dar la mala noticia del internamiento de mi hermana, cuando llegue era casi de noche y el sol ya estaba a punto de ocultarse pues era invierno.
Ese fue mi primer viaje de solo dos horas hasta casa.