De un año para aca he tenido que ir de menos una vez por semana al centro. La razon es simple, debo ir a revelar e imprimir las fotos de la clase idem.
Al principio me daba terror tener que ir, esperar las fotos y volverme a casa. De unos meses para aca le he encontrado un no se que… que me hace disfrutar estar ahi. Ya se donde hay buen cafe (basico para que sobreviva feliz), el postre ese de duraznos con rompope y crema batida de la Vasconia no tiene madre!!!, las hojaldritas de mole de cerca del metro Allende, las paletas de manzana de la salida del idem, la tiendita donde venden madrolas jipis, la fabulosa ventana donde pase unos minutos agradables leyendo.
De niña, iba mucho alla (a la iglesia -aunque usted no lo crea-), al pasaje Zocalo-Pino Suarez a ver libros con una tia (creo de ahi me viene eso de pasar horas en las librerias), a la parisina, al nuevo mundo (desde que lo recuerdo es =lito), no se en que momento me empezo a dar cosa ir alla :/.
Ahora que soy una niñota, gozo de meterme al eterno vaiven de la gente, a ese rapido movimiento de personas que van a ningun lado. A vagabundear por las calles llenas de vida. Es raro como a cierta edad uno valora esos recuerdos de la infancia que de repente se agolpan queriendo salir todos a la vez.
Hoy mientras venia a casa, al pasar x un edificio viejo olia como la casa de mi abuela paterna, a flores, a comida recien hecha, tenia años sin oler algo similar. Debieron tomarme por loca cuando me quede parada con los ojos cerrados llenando mi cuerpecito de ese aroma tan familiar.
Mi memoria olfativa es mejor que la visual.
Quiero un hueledenoche. 🙂
