Dejémonos de tonterías

Pues sí, qué más se puede hacer. Finalmente llegó el tiempo tan deseado por todos en que se emprenda la ida. Tal como lo he dicho siempre: Nunca amenazamos ni insistimos en cosas que no pensamos cumplir. Decimos va y es porque de verdad va. Que otros se queden buscándole chichis a las víboras, hemos decidido que es justo y bueno que emigremos y que teniendo los recursos para aprovechar la oportunidad más vale hacerlo. Ya hemos visto que no vale la pena seguir dando pena y que nuestra situación en el Bote de Basura da tristeza. Si es necesario que deje ir muchas cosas que me gustan, pues qué remedio. Cuando me dejé caer al Defectuoso lo hice dejando en Tampuerco puerto de Tamaulipas más comodidades y llegamos a vivir en condiciones muy complicadas. Adonde nos vamos se nota que que es un lugar sumamente adecuado para mí, donde no tendremos que andar escondiéndonos de nadie y que además es un sitio inmejorable para estudiar. No más adolescencia tardía por ahora.

Pero también es justo que reconozcamos que en el Bote de Basura recibimos mucha ayuda cuando no teníamos ingresos fijos; quizás esperé demasiado de mi estancia allí, mis expectativas chocaron con la Realidad, ni modo. Trataremos entonces de no quedar mal con nadie de allí, de partir sin rencores. La gran máquina colocadora de bolos del destino puede pescarnos de los tompeates y ponernos donde no queremos estar, hay que moverse por lo tanto, y nos estamos moviendo.

No queda más que decir, adios Bote de Basura, hola Contenedor de Basura, seas pues mi nuevo reducto, mis nuevas oficinas, mi nuevo hogar.

So be it.

RTM Mostrenco

Arrepentíos, que ya viene el pingüino por vosotros

Ya fue un inspector de informática del comité central del partido a revisar visualmente mi máquina, lo hizo por la razón que escribí acá mesmo en septiembre: Linux. El comunismo hecho sistema operativo corriendo en mi máquina (o funcionando más bien, si queremos ser propios con el manejo del idioma).

El inspector, un informático estándar según las normas de Gobernación, dio cuenta de qué tiene mi compiuta, sus características, capacidades… y aparentemente antes de que termine la semana tendré a un pingüino en mi computador.

¿Qué rayos pasará entonces?
Primero que nada Linux tiene la ventaja que es gratis, quizá sea menos amistoso que Windows, pero no genera tanta bronca como las ventanitas de Billy Puertas. Aún tengo pesadillas donde estoy «saliendo» con Jennifer López y de pronto sale un «fogonazo azul» (Bukowski dixit), es decir… la Abominable Pantalla Azul con esa inscripción que dice: «Press any key», y uno que no sabe cuál de todas es la tecla any… y luego aquella otra que dice «Comienza volcado de memoria».

Saber manejar Linux será bueno para mí, casi del mismo modo que saber ya de páginas de Internet (php, html, java y los demás del grupo) en vista que el diseño editorial está poco a poco yéndose hacia aquel rubro. Algún día podría caer en algún sitio donde los dueños sean unos transgresores del orden y tengan en todas sus máquinas Linux. Podría ver también el modo que mi máquina no se coma los recursos que le tengo… hay muchas cosas que hay que hacer, aun cuando mi amigo el Tronco diga que usar Linux es como ser crucificado.

En fin, nunca le hemos sacado a aprender cosas nueva. Nunca. Que venga pues el méndigo pingüino, que lo vamos a montar.

RTM Mostrencxs, Yija!

Después de un sábado apantallante

La gente últimamente le ha dado por creer lo peor de mí. Recuerdo que en Tampico un menso me preguntó que cuántas veces he ido a Amsterdam… que se me ve cara de conocer esa ciudad. Luego acá, en Santa Fe, un colega me dijo que me veía cara de que me iba a fumar mota a la playa. Hombre, qué glamoroso. Y después varias amigas me han dicho cosas sobre si pierdo el control fácilmente, que si la locura me llega a los aparejos, que si soy pura maldad.

En otra entrada del blog puse que mi estancia en el DF ha sido pura pasión, ¿qué pasión, Mostrencxs?, pues nah, que me fui de reventón el sábado. Después del jolgorio al que asistí me regresé a pura tracción animal a mi casa. Treinta minutos andando aproximadamente. Si mi amá leyera esto sufriría un soponcio, por fortuna es tecnofóbica, lo que sea. No me pasó nada, pero vi a la ciudad engullirse a varios en el camino. Una camioneta chocada en División del Norte y Xola, hecha talco; no me agrada ver esos asuntos. Mi jefazo dice que es de lo peor que puede pasarte en la vida, el cinturón te queda marcado en la el cuerpo, andas con el cuerpo molido varios días; puedes quedar con un costurón en la cara o en la frente; tus piernas sufrirán lastimaduras capaces de predecir nortes, tormentas y tempestades. Y yo queriendo comprarme una moto, una vez que la escuela diga que ya sufrí suficiente. Vamos bien.

Crucé delante de un sitio de taxis; mi disfraz de malora, diseñado para alejar maloras de verdad, mostró ser demasiado eficaz, sí que lo que era. Se me quedaron viendo con una cara entre espectante, retadora y levemente temerosa. Supongo que esperaban el momento en que sacara de mi rompevientos de utilería una subametralladora Uzi o alguna arma del antiguo Pacto de Varsovia. ¿Pues en qué estarán metidos, mis chavos?

Luego le saqué un susto a otro pobre menso que también pensó que sería más barato llegar caminando a casa. Llegar sólo nos costó un susto.

Cuando llegué a mi reducto tenía ganas de dormir y tampoco tenía ganas de dormir. Pensé en los casi 30 años que llevó robando oxígeno y lo poco que aún he hecho. Claro, todavía soy joven y bello… bueno, no tan joven. Pero el caso es que no siempre lo seré. La primera mitad de mi vida la pasé dando excusas de porqué no me fue bien aquí o porqué no me fue bien allá. Me acordé de mi abuelita, aquella última vez que la vi, cuando fue a despedirme de Tampico viviendo ella en Torreón, toda ella arrugada y encorvada, pero tranquila, en paz… durmiendo el sueño de los justos, tal cual. No me sorprendió su muerte, viéndola así supe que no la volvería a ver, al menos pude guardarme esa vista de ella, la recuerdo todavía, tal vez la recuerde así hasta que me muera.

¿Moriré? La evidencia indica que algún día eso pasará. ¿Preferiría morir en un estado parecido al que estoy: joven, fuerte, bello, pero sin haber desquitado todos los recursos que consumí y sin dejar indicio de que estuve dando guerra por estos lares? ¿Sería mejor morir tras una vida larga y fructífera, pero viejo, débil, incontinente…? ¿Sin poder saltar, correr, cargar algo pesado o simplemente caminar… o ver u oír… o después de una larga agonía?

Uno abré el periódico y lee que murieron miles de personas en un accidente ocurrido en un lugar que no es Aquí, bostezas, vas a la esquina, te enteras que murió un conocido: un amigo, un vecino, alguien que te caía bien… qué relativo es todo. Qué mal no tener nada mejor que hacer que pensar tarugadas o escribirlas sabiendo que tienes un examen al día siguiente y te estás muriendo de sueño. O soñando que te ganas el Melate o que te regresas a tu puerco paraíso tropical a trabajar de alijador o que vives en un mundo donde los celulares no tienen alarma diaria o que los celulares saben que tú quieres que no suenen y ellos, respetuosamente, se limiten a guardar silencio.

Y todo este chorote comenzó porque tengo la sospecha de que la gente cree que soy de lo peor; que mis vicios públicos y privados, reales e imaginados, me llevarán a la perdición, que más que ir a la perdición ya tengo, bien estampada en el cráneo, la etiqueta de «perdido»… bueno, quizá sea un poquito dado a molestar al prójimo, pero que me tiré el primer plomazo aquel que no haya hecho alguna vez lo mismo.

Mejor me pongo a estudiar.

RTM Mostrencxs