Me vuelo bellacamente este texto del blog de Heriberto Yépez porque pareciera que el hombre ya no quiere que se sepa de nada de lo escribió en su blog hasta 2010.

Viene a colación porque una de mis disfuncionales labores se relaciona con servicio al cliente y consiste en básicamente tapar los desastres que otros hicieron poniendo la feis para que me la cacheteen.
Pareciera que aquí en México el concepto «servicio al cliente» nos fuera ajeno, vean si no…
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Prendo la televisión y está el nuevo presidente del PRD en un programa tonto llamado Shalala, que conducen dos mujeres que podrían ser inteligentes y prefieren denigrar su género comiendo y bebiendo con buenoparanadas en la política y siguiéndoles la corriente como si fueran sus criadas y entonces el presidente del PRD acepta que su partido no puede hacer elecciones —en las últimas hicieron fraude, ellos mismos, que reclaman todavía el fraude que supuestamente les hizo el PAN hace dos años, hoy en el poder, que reclamó durante décadas los fraudes del PRI— y entonces cuando le preguntan cómo elegir presidente del PRD, se ríe y acepta que no son «buenos» para hacer elecciones y que lo mejor será elegir presidente interno del partido «por encuestas». Y lo peor de todo: lo dijo medio en serio.
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Antes de irme por unos días decido arreglar el cobro extraño que me hizo Telnor en Baja California y cuando después de esperar mi turno me atiende la señorita, al examinar lo que le expliqué, dice «No entiendo», media hora después me dice «No puedo hacer nada». Y, entonces, no me queda otra que hacer otra fila y pagar unas llamadas que nunca hice al extranjero.
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El de la mensajería de MultiPack en el D.F. nunca entregó el paquete que envié hace un mes. ¿Y mi paquete, entonces, dónde quedó? La única respuesta es que «De que se entregó, se entregó» y cuando le explico que no, que no lo recibieron, me dice «Ahí sí no sabría qué pasó pero de que se entregó, se entregó».
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El sinaloense tarado que puso las ventanas, las puso mal y cuando le pregunté porqué no pintaba lo que se le despintó del aluminio, me dijo que «así tienen que quedar» (???) y cuando le dije «¿que qué?» me sugirió que le pintara con «un plumoncito… así se pintan».
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Hablé al número 800 de Aeroméxico para hacer un cambio en mi boleto de avión y la estúpida que me contestó me dice que no puede hacerme el cambio, le explico que yo soy el pasajero, que el boleto está a mi nombre y quiero hacer un cambio de horario y ella me dice que no lo puedo hacer yo sino la agencia de viajes que lo expidió y le digo que yo soy el pasajero y los cambios los necesito hacer yo y me dice que no, que «no se puede».
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Hablé al 800 nacional de Volaris para, entonces, hacer el cambio en este otro boleto y me dice que no, que no se puede hacer por teléfono ningún cambio a menos que le dé el teléfono, nombre y correo electrónico de la persona que hizo la reservación y le digo que la hicieron en otra ciudad y no tengo esos datos, y me dice que, entonces, «¿le puedo ayudar en algo más?».
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Voy al aeropuerto en Tijuana a hacer el cambio y me dicen que puedo hacer el cambio pero entonces me cobran 300 pesos y le digo que mejor lo cancele, cancele mi reservación (tengo otro boleto pendiente y mejor decido volar con Aeroméxico, porque entre Volaris y Aeroméxico, pienso, no hay ninguna diferencia de calidad pero por los menos en Aeroméxico no tengo que ver programas pendejos de Televisa durante el vuelo), así que le digo que usaré el boleto en otra ocasión y entonces me dice que si lo cancelo entonces de todos modos son 300 pesos. Y al decírmelo, se ríe. «¿Y si no lo pago?», «Entonces, pierde su boleto» y al decírmelo se nota que no sabe ella misma si eso es cierto, pero le da gusto decirlo.
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Llego al hotel en Guadalajara y el que atiende dice que mi reservación no existe, a pesar de que, como media hora después se lo comprobaron, ya tenía indicaciones precisas de qué habitación entregarme. Pero se le «olvidó».
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Le preguntó al albañil nacido en el estado de México qué está haciendo su ayudante nacido en Sinaloa y me dice que no sabe y cuando le digo «¿Qué no es usted el que está a cargo de darle órdenes a él y usted de rendirme cuentas a mí?», se me queda mirando como si lo hubiera humillado. Desde entonces, se siente ofendido.
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En Santander cada vez que entró al cajero automático me aparece un mensaje que me dice que ya está mi préstamo listo (una pinchurrienta cantidad, más risible que promisoria) y como ya me enfadé de que cada vez que entré al cajero tenga que decirle que no me interesa su préstamo, voy con una persona sentada en un escritorio dentro de esa sucursal y le preguntó cómo puedo deshacerme de estar respondiendo eternamente las mismas preguntas en el cajero, me dice «no sé» y me pide que mañana me vuelva a presentar, ya que le respondan en las oficinas en la Ciudad de México.
Y así cada día, día tras día, en este país… en que nada funciona. Esta cultura es tan inepta que cada vez me estoy convenciendo más que los mexicanos tenemos un problema genético que nos impide ser eficientes en cualquier cosa, desde los chalanes hasta los intelectuales, son una bola de idiotas inútiles. Y las mujeres, igual o peor. Creo que en mi vida pasada fui un norteamericano y para pagar esa karma en esta vida los dioses me castigaron haciéndome mexicano.












