Por una maldita vez llegué a tiempo a la fiesta

Toda mi mugrosa vida he estado teniendo buenas ideas que alguien más termina realizando en mi lugar por muchas razones: falta de tiempo, de dinero, de iniciativa…

 

Ahora, mi idea de comenzar una editorial indie me ha hecho seguir investigando sobre ciertas artes y tecnologías de tiempos idos que, apoyadas por las artes y tecnologías de estos tiempos apocalípticos, me han sorprendido por lo «simple» que me sería llevar a cabo mi plan, y más aún sabiendo lo que sé de esta industria, su organización, el modo en que nosotros trabajamos, etc, y más importante, cómo nos vemos comparados con otras industrias, digamos, la automotriz o las maquiladoras.

 

Es que para nadie es un secreto que desde que planté mi sucias plantas en este inmaculado pilar de la cultura he dicho que quería aplicar mis conocimientos de ingeniería industrial en mis afanes editoriales. Pus ahí ta.

 

Y pues en el blog de maese Heriberto Yépez ([url]http://hyepez.blogspot.com/2009_04_01_archive.html#7647923544068880693[/url]) hay un texto que no sé si él tradujo por gran justicia o si ya estaba traducido, el caso es que ahí se describe una situación loca, orate, pero que yo estaba presintiendo (¿sintiendo?) y parece indicar que no sólo volví a darle al clavo, sino que ahora sí… ahora sí… ahora sí parece que tomé la decisión justa.

 

Reproduzco sin permiso del bloguero o del autor, pero no creo que les importe. :P

 


LA MUERTE DE LAS EDITORIALES TRADICIONALES

Michael Levin*Enero 29, 2009
Hace algunas semanas murió la industria editorial. La debacle económica fue el meteorito que golpeó al dinosaurio en la mismísima frente. La única sorpresa fue que las editoriales tradicionales duraran tanto.

Los despidos de los ejecutivos de la industria, los recortes masivos de personal en las más importantes casas editoras, así como la decisión de por lo menos una de las grandes editoriales de no aceptar nuevas propuestas de libros indican, de conjunto, el fin de la influencia de las grandes empresas del ramo. Por supuesto, seguirán operando para alimentar con libros de celebridades a un público obsesionado con ellas, y lo harán a través de puntos no tradicionales de venta de libros, como Wal-Mart y los supermercados locales. Pero el ramo que comenzó con editores que amaban los libros y publicaban lo que ellos querían está desapareciendo, víctima de su incapacidad para encontrar una razón de ser en el mundo de Internet y la impresión según demanda.

 Los despidos son la consecuencia inmediata de una economía que se hunde, pero la muerte de la publicación tradicional es, en realidad, un suicidio. El ramo editorial devino demasiado grande y necio para poder sobrevivir, una víctima de su propia arrogancia y sus prácticas comerciales insensatas.

¿Quién escogió esto?

¿Existe acaso otra industria que escoge sus novísimas ofertas a partir del capricho colectivo de un grupo de personas (los responsables de las adquisiciones) que apenas poseen experiencia comercial? ¿Existe alguna otra industria que produzca miles de productos nuevos cada año y sólo brinde apoyo mercadotécnico a un puñado de ellos? Incluso los Tres Grandes del automotor realizan pruebas de mercado antes de que sus autos aparezcan en los salones de exhibición.

Dificultades para publicar

Hace 20 años, los editores hablaban de la regla del 80-20: el 80 por ciento de los dólares para publicidad se destinaban al 20 por ciento de los libros. Hoy, la regla más bien es del 90-10, o incluso del 99-1. Si el doctor Phil publica un libro nuevo en el mismo catálogo de autores noveles, obtendrá todos los dólares de mercadotecnia, mientras que un autor nuevo tendrá que conformarse con las migajas.

Como resultado de ello, las ventas del autor novel serán tan escasas que los agentes y editores tomarán la (mala) decisión de que la obra de éste nunca podrá venderse, por lo que el autor jamás conseguirá un contrato.

Cuando entro en una biblioteca o una librería y estudio las nuevas ofertas de las grandes editoriales acabo siempre haciéndome las mismas tres preguntas: ¿Por qué decidieron publicar esta obra? ¿Quiénes, según aquéllas, desean en realidad adquirirla? ¿Qué otras obras rechazaron si fue ésta la que contrataron?

A fin de cuentas, ¿qué nos ofrecen las grandes editoriales? Sobre todo lo mismo, una y otra vez: tratados políticos que se inclinan a la izquierda o la derecha (pero que ofrecen más calor que luz). Libros de dietas y ejercicios que no son más que un refrito de lo dicho por otros libros de dietas y ejercicios: coma menos y muévase más. Libros que reciclan a otros autores dándoles un giro religioso o con un nuevo punto de vista en cuanto a cómo hacer más dinero. O libros que no se cansan de hablar pero no dicen nada nuevo.

En una ocasión el director ejecutivo de una gran cadena editorial admitió que sólo el 2 por ciento de los libros de sus tiendas se vendían; el resto era

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