Fe

Ser un cristiano católico apostólico y romano en el medio culturoso es algo simpático, simpático si tienes el hígado. Hubo épocas en las que los católicos fregaban a los libre pensadores y demás hermanos separados. Ahora, que la consigna o divisa es que la religión es el opio del pueblo, sucede que entre la gente que controla los medios de producción cultural, que a su vez está muy ligada a la política y cuyos maestros fueron rojizos o progres, como que no está muy bien visto que uno tenga creencias religiosas.

Admito no ser el mejor de los creyentes, sobre todo desde que llegué al DF, que no he ido muy frecuentemente a la iglesia y que mi estadía en el DF ha estado llena de pasiones, tanto altas como bajas. Algo de lo que no me puedo sentir orgulloso. Pero anoche que estaba por dormir pensé en cosas como qué se sentiría ser viento, qué sería formar una sola unidad con las piedras y otros sentimientos panteístas relacionados con ver crecer la papas por abajo. Creo que si no existiera un Dios realmente sería irrelevante si tuviera creencias o no, pero he visto a lo largo de mi vida algunos detallitos que me hacen creer que es muy posible que lo haya.

Pero al decirlo, algunos ceros a la izquierda de plano me malmiran. Y miren que hay gente que me ha dicho que mis creencias, a última instancia, sobran, pues lo importante es mi persona, cómo trato a los demás, qué tan congruente soy y esas personas son las que más confianza me han demostrado desde que me lancé a la aventura.

Pero bueno, ya se lo expliqué a alguien que yo no soy fijado. Los 10 mandamientos, decía mi apá (fusilándose a Catón) se podían reducir a uno solo: Dios es amor. Y este mandamiento se puede reducir a una palabra: amor.

Lo demás son dogmas.

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