Todo cambió…

¡Que diferencia!, ayer por fin me mudé, cuatro años de mi vida transcurrieron en el municipio de Irapuato, donde el calor pega, donde me conocí y donde pude por fin pude ser, quizá aun me falté mucho por andar, pero como lo comenté desde hace poco tiempo, la verdad es que mi ciclo en esa ciudad ya había terminado hace tiempo y me quedaba chica para mis metas y ambiciones.

No sé si lo que busque lo encuentre en esta ciudad, quizá porque bien a bien no se que rumbo quiero que tome mi vida, claro que se que es lo que quiero y tengo mis planes de vida, pero está bien visto que a estas alturas, lo que uno quiere, no siempre se acopla a lo que la vida tiene para nosotros.

Ayer, tras dos jornadas intensas de trabajo solitario, uno y acompañado el otro, dije adiós a esa casa donde viví muy cómodo los últimos meses.

Recuerdo que hace 4 años llegué a Irapuato, después de dejar a mi hermano, con las manos vacías, una computadora, ropa y mis trastes que me siguen desde la universidad, dormí en el piso durante 15 días, en lo que legaba la quincena para comprar un colchón barato.

Ahora llego a Guanajuato con un mar de cosas una sala incompleta, un comedor, dos camas, millones de cajas, casi todas de ropa, trastes, despensa, una MAC, mesas, herramienta, un porta mascotas, mi hijo Félix y creo que con mayor madurez.

En este momento como que me siento bien, como que no me ha dado mucho por pensar en este nuevo cambio, pero si recuerdo esa tarde de lunes en el Toks de La Viga, cuando tras un viaje relámpago a esta entidad regresé a casa en el D. F. sin esperanza pero con mensajes que en menos de 15 minutos cambiaron mi vida, le hablé a mi amiga la Rana y aun sin saber que es lo que me esperaba quedamos de vernos en ese lugar y platicar sobre la travesía.

En ese momento supe que tenia que dejarlo todo, que mi vida no sería la misma y que mis amigos quedarían atrás como todo lo que dejé en esa ciudad de mis encantos, llegó ella, platicamos y aun recuerdo su cara cuando le dije que me habían dado el trabajo en el canal, una mezcla mal disimulada entre emoción, sorpresa, un poco de tristeza y alegría, yo mismo la compartí, pero la vida da sus vuelcos y heme acá ahora, lo único que me alienta es que afortunadamente no le tengo miedo a los cambios, cuestan trabajo pero camino a la par de ellos, cada vez más cerca del norte, como mis sueños siempre me han guiado a ello.

La verdad es que recordar todo esto que me ha pasado, quizá en las letras y las palabras no se entienda, pero en mi mente hay una mezcla extraña de nostalgia por evocar esos momentos que siento ganas de llorar, sin motivo, pero al fin y al cabo de llorar.

La despedida ayer con Chuy fue de los más fría que me pude haber imaginado, me dio cosa dejarlo en el piso, sin nada, apenas contando sus monedas que ahorró durante mucho tiempo, producto de los cambios que sobraban, acomodando su ropa y pensando en lo que haría.

Yo en cambio llenando un camión de mudanzas con todo lo que tengo, desde muebles hasta plantas, desde ropa hasta papeles, con esperanza pero sin miedo.

El sábado fue todo el día de empacar, perdí la tarjeta del banco, la reporté y me la recuperaron de inmediato, al momento de empacar salen cantidad de cosas que no sé de donde salieron, regalé tres trajes, una licuadora, una margarina primavera, mantequilla, queso gouda, mermelada de fresa, catsup, mostaza, mayonesa, pastel de pollo, chorizo de pollo y quien sabe que más. Tire mucha basura, pero también tiré algunos recuerdos, recuperé otros y gané unos más.

Dos chamaquitos como de 14 años fueron enviados de la mudanza, flaquitos y ñengos igual que yo, pero los canijos bien que se levantan un refri sin chistar, un sillón cada uno, en fin fue divertido.

En la casa nueva, Félix aun no se adapta, se siente extraño, tanto que no sabe lo que es la tierra, aun en el patio enorme para él casi todo de tierra, aun busca un espacio donde haya concreto para hacer del baño, en la banqueta pegada al lavadero, se acostó, la tierra es desconocida para él, que bueno que no me voy a tener que preocupar por ello.

Por cierto tuve que dejar mi sillón enorme en la casa de los vecinos y la verdad es que ya no vale la pena reclamarlo, ayer que pretendimos sacarlo en tres ocasiones, no salió, me duele más que se desgarre a dejarlo, lo pero es que cuando lo vi, luego de varios meses encargado, estaba irreconocible, lleno de manchas, ya no era blanco, chorreadas de grasa, rayones de pluma y mugre por todos lados, eso si fue triste… ya es historia, mejor algún día compraré uno, no lo necesito tanto.

Por lo pronto, no tengo luz, no tengo agua y no tengo gas, los vecinos de enfrente, muy amables, me calentaron la comida en el micro, el vecino de al lado me pasó la luz y me dejó bañarme en su baño.

Por la noche pega un aire criminal en la calle, en la mañana y en la tare desde la casa hay un vista hermosa de los cerros, propicia para la lectura.

En el patio de afuera quiero poner pasto, compraré semillas haber si pegan…

De cumple quiero que algún mecenas me complete mi acuario que por hueva no lo he armado, solo tengo la pecera.

Pretendo armar closets porque no tengo donde poner la ropa, es un chingo la que tengo, los techos de la casa son altos por fortuna, ideales para comprar esferas de papel para usarlas como lámparas.

El señor cable si pasa por fuera de la casa, la renta son 220, siiiiiiii, ambos volveremos a unir nuestras vidas.

En fin, espero que las cosas en casa se desarrollen bien el tiempo que tenga que estar aquí, que ya me di cuenta que mi destino es ser nómada, creo que viene de familia.

Mientras tengo que descanzar, entre la desveladota del sábado, la empacada y la mudanza, estoy muerto…

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